La Retorica Como Arte De La Mirada
WhatsApp Ventas
Contacto
El interés por la voz es interés por el cuerpo, por el sujeto sensible y consecuentemente por los variados factores que entran en su composición, factores por los que la semiótica se viene preocupando estos últimos años. Por su parte, quien se ha detenido en el estudio de la poesía de tradición oral también debe considerar tarde o temprano esos factores; la potencia ordenadora del ritmo, la potencia constructiva de los sentidos, la potencia organizativa de los gestos. La voz, creo, es la forma primordial, por excelencia el elemento significante de lo humano.
La retórica como arte de hablar nació y se consolido en comunidades fuertemente oralizadas en las que la actuación de la voz tenia un peso publico preponderante porque era el factor que organizaba la vida social. Hablar significaba existir socialmente y no solo existir —hacerse presente— sino ocupar un lugar —el lugar— en las instituciones en donde descansaba el bien común. Por eso el hablar no podía ser un hecho circunstancial sino una puesta en escena ordenada y regulada. La palabra, entonces, debía escenificar la armonía del conjunto, la proporción de las partes, el ejercicio disciplinado, la variedad y la tensión de las pasiones controladas por la razón. Sostenida por el poder de la voz, esa palabra debía volverse sobre el cuerpo, del que aquella se había desprendido, para tomar su forma. Al igual que éste, la palabra debía hacer figura, modelarse, mostrarse como una composición en la que reinan la armonía constructiva o la belleza enérgica, esa belleza que proviene y refuerza la convicción de que todo debe estar en su lugar. Desde una cierta perspectiva sobre la que tratare de explayarme a lo largo de este libro que presento, la retórica puede ser definida como un cuerpo labrado por la palabra y puesto de pie por la voz.
La idea de que la retórica es el arte de comprender, o modelar, un discurso a la manera de un cuerpo esta en el origen —en la selección misma del termino figura para designar aquello a lo que el discurso debe tender— y ha sido una y otra vez reiterada por los que se ocuparon de esta disciplina. Sin embargo esta idea nunca ha sido explícitamente desarrollada. Es como si la reiterada afirmación hubiera sido tratada, ella también, como una figura. Lo que este libro se propone es revertir esa inversión, reunir el cuerpo y la figura. Mostrar, en la primera entrega de una trilogía dedicada a la relación entre lo sensible y el sentido, los movimientos de una palabra que sale a escena para exhibirse como espectáculo.
También podría interesarle