El Efecto J4

Hay una capilla u oratorio para que propios y extraños se laven las manos y algo más por mentiras dizque piadosas; crueldad mental involuntaria; ineptitudes disfrazadas de verborrea surrealista; decisiones fallidas en contra del enfermo. Con una que otra lagrimita o franco lloro, unos y otros limpian el alma y los demás sentidos por culpas, omisiones u olvidos justificados o no. En cuatro palabras: se curan en salud. I lay también psicólogos designados y dispuestos a asistir a quien los necesita. Sobre lodo, cuando la inminencia de la muerte ya no admite engaño de ningún tipo. A grandes rasgos, éstas son las preciosidades del c o n c e p t o a n g e I i n o: el 5 estrellas médico-hospitalario tan en boga en la élite industriosa y ¿progresista? del país México.

Periódicos y revistas diseminados en las mesillas centrales de las Salas de Estar. Más bien, reductos para estarse: allí te emparedas sin muros de por medio; sin jamón de pavo a la tres quesos; lechuguita, pepinillo y el aderezo de la abuela. Allí te comprimes y reprimes al máximo, es decir, ya no eres quien eras. Allí te das vueltas y más vueltas sin moverte aunque te muevas más de lo debido. Estático es tu asombro; estática es tu impotencia. Porque no, no puedes hacer nada por tu hermano, por ti, por nadie.

El Efecto J4, chocolate caliente, devino en reconfortante y oportuno placebo durante mi crisis personal ocasionada por la inesperada muerte tic mi hermano Baudelio (Gucllo), en coincidencia con la crisis económica mundial. A propósito, Joaquín Estefanía distingue con esmero: en definitiva, hay dos escuelas sobre la crisis, conozcámoslas. Si le interesa saber más a propósito de tales crisis, no dude en aquí leerlas con algo más que el mero sentido de la vista. Esa lectura puede ser muy ilustrativa para su inteligencia y sensibilidad. Tal vez, por qué no, también edificante y emotiva.