No Sólo De Sentido Común Vive El Hombre, Paradojas, Máximas Y Dichos Irónicos

Según el autor, aforística expresa algo extraño en lo habitual; es una protesta, por tímida que sea, contra el poderío del sentido común; una invitación a experimentar la aventura del pensar y así obtener el placer del juego de las paradojas estrambóticas y la burla de la pícara ironía. El aforista se arroja al reto de romper con los estereotipos del pensar en los que estamos inmersos y que ya no observamos, así como tampoco advertimos la presión atmosférica. Si el objetivo del pensamiento discursivo es conducir a la verdad, la aforística quisiera provocar en el lector una catarsis del pensar, un asombro que le motive a reflexionar sobre las peripecias de la vida. Un buen aforismo es aquel que es capaz de provocarnos el deseo de convertirlo en epitafio en nuestra tumba o en epígrafe de nuestro texto. También puede servirnos como pretexto para brillar en una conversación amistosa o en una tertulia docta. • Algunos forjan su suerte, otros la encuentran casualmente en las encrucijadas de su camino, y otros más, pasan su vida sin conocerla. • El azar es un chivo expiatorio que no sólo explica, sino “justifica” nuestros equívocos. • Es imposible regresar al pasado; como también es imposible inculcar a nuestros contemporáneos la fe en un futuro radiante con el que soñaron las generaciones del pasado. • El pasado no se puede eliminar porque ya no existe; el futuro no se puede quitar, porque aún no llega. Pero al pasado se le puede tergiversar con falsos recuerdos, y al futuro se le puede envenenar con profecías siniestras. • Lo que para unos es posibilidad perdida, para otros es tentación superada. • Quien con vehemencia quiere llegar a una meta, le parece que el mismo tiempo empieza a temblar de impaciencia por la pasión de alcanzar lo deseado. • En la idea de la “marcha férrea” de la historia hay un sabor amargo de cinismo. • La eternidad es un remanso del atormentado por la arrogancia del devenir. • Casi todos los carniceros de la humanidad obtuvieron la “justificación” de sus acciones sangrientas en la convicción de que estuvieron consagradas por la “providencia divina”, o por las “leyes férreas” de la historia.